Miro sus ojos café y acaricio sus poros blandos para refugiarme del miedo y la inseguridad.
Ese brillo particular en sus pupilas ya lo vi antes cuando observaba el espejo hace algunos años.
Sus controversias me recuerdan a mi, también sus heridas.
De niña siempre quise enamorarme, encontrar ese famoso príncipe azul que a todas las aficionadas de Disney nos corresponde, nuestra misteriosa media naranja. Pero me herían, y los heria para que compartan mis vacíos, pero en su bastarda soledad.
Estamos condicionados a no amar tan temprano, a correr si nos miman demasiado, a quedarnos si nos quieren poco, mendigando amor en camas frías para enfriarnos el alma. Porque la rudeza es sinónimo de éxito.
Estamos acomplejados por los prototipos de príncipes y princesas. No dejamos que nos miren las estrías como si ellas arruinaran el amor. No besamos manos sucias porque el amor no es pobre, como si para amar hubiera que tener los bolsillos llenos.
Soñaba con hacer el amor y llorar de alegría, compartiendo una única respiración. Me levantaba abrazando la almohada pensando que solo era una utopía.
desayunaba chocolatada con vainillas y dejaba que el peso del chocolate una vez mojadas las vainillas las rompa antes de llevármelas a la boca, porque estaba resignada, dolida y resignada a este envase feo y caprichoso.
Hasta que emprendí un viaje, hasta que llego el y con un abrazo me limpio el alma, me hizo sentir viva, me hizo llorar como en uno de esos sueños que solía tener después de sentirme descartable en mi propia cama.
Me hizo llorar de amor.
!¿Que te pasa?¡ - Me dijo-
No sabia que responderle, no sabia como explicarle que su respiración era la mía y que lo estuve buscando. Por un momento quise reprocharle el tiempo que se tardo en llegar, pero supongo que la vida nos estaba preparando para este momento.
Y espero que nos siga preparando juntos, pero ahora para cumplir nuestros sueños de la mano.