El muy hijo de puta me hizo pagar de nuevo, pero en ese momento no me importo.
Esa lagrima era necesaria para esclarecer la situación por la que veníamos atravesando las ultimas semanas.
Todo oscureció de repente. No sabia de que otro modo explicarle que lo amaba así de loco. así de distraído, de frió, de oscuro y malo.
Proyecto en mi sus defectos con una mirada intensa y obsesiva y con total impunidad me dijo que yo era loca. Me dijo que todos decían que yo estaba loca, que estaba gorda, que estaba fea.
Sus personalidades luchaban a la par de sus sentimientos y por momentos reconocía ser dos Juanes. Reconoció con voz entrecortada que el estaba desequilibrado y sus ojos impotentes no paraban de acusarme de ese desequilibrio mental.
Me trajo recuerdos horribles, recuerdos que había intentado borrar pero entre sorbo y sorbo ahi estaba el, con esa cara de diablo pegándome, pegándome mucho.
Y por primera vez en mucho tiempo el tenia razón, como podía yo estar con ese monstruo que vive en el?, tolerando humillaciones y vanas acusaciones.
Mire la taza, mire la ventana y la medialunas secas como su corazón, y, en silencio sabia que era la ultima lagrima que derramaría.
Con todo el dolor del mundo y ese vació que aun no sana nos levantamos de la mesa y nos marchamo del bar. Estaba todo dicho.
Y después de gritos y euforia, como una ilusa, compartimos el ultimo almuerzo y aunque mi alma lo pedía a gritos ya sus penetraciones no eran lo mismo.
En la ultima lagrima se murió el amor.
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